
No me he resistido a participar de ésta interesante reflexión y, en torno a ella, he comentado en dicha web que estoy de acuerdo que hemos llegado a un punto de frivolidad y verguenza social entorno a determinadas imágenes de muertes. Me he referido como expresión máxima de esta situación el la "venta de la agonia y muerte" de una concursante británica de Gran Hermano, que al serle detectado un cancer terminal, no dudó en vender los actos que se sucedían a partir de dicho momento, incluido el deceso final. Al respecto se creo un gran debate, no ya solo en el Reino Unido, sino en muchas partes del mundo acerca de que valores éticos comunes ha de dotarse una sociedad, desde un ética laica común que trascienda a posicionamientos religiosos, para poner límites ante determinadas situaciones que, hasta hace bien poco, nadie discutía que fueran de la exclusiva esfera de la intimidad.
No obstante, en lo que respecta la luctuosa muerte de Daniel Jimeno y la progresiva masificación y frivolidad del encierro en torno a ciertos (muchos) mozos que se aventuran a correrlo, una imagen vale mas que mil palabras y cierta exposición de la plasmación trágica de los riesgos de correr dicha carera (evitando, por supuesto, imágenes tan íntimas como el momento de la atención médica de la persona, agónica y moribunda), contribuye a disuadir a muchos inconscientes que, en un espectáculo como el encierro, aun estando en perfectas condiciones (como era el caso de éste mozo) puedes morir. Lo mismo puedo decir de las espeluznantes imágenes de la cogida del mozo pamplonés pamplonés Pello Torreblanca, afortunadamente fuera de peligro pese a sendas y graves cornadas.
Reflexiones parecidas pueden darse entorno al video que mostraba la muerte de Ramon Sampedro o, a finales del año pasado, el documental emitido por una una televisión británica en la que un profesor universitario aquejado de una enfermedad terminal documentó en imágenes la evolución de su enfermedad y su muerte, en el que el uso defendido por sus emisores no el frivolidad social sino el de sensibilidad y provocación de un debate más profundo.
Temás tremendamente delicados (no hablo de la eutanasia, ese es otro y gran debate sensible, sino del uso de ciertas imágenes como la muerte en directo para determinados fines) que exigen un mínimo consenso social, sino unánime si al menos inmensamente mayoritario (huyendo del dogmatismo), que para que no avancemos en cierta degeneración, como las que expone Javier Dominguez en su escrito.
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