Habitualmente, se considera a la Guerra de Cuba de 1898, entre los emergentes EEUU y la decadente España, como la primera guerra mediática de la historia. Hay interesantes artículos al respecto y que sirven pare ver el enfoque patriotero, cuartelero y provocador de algunos de los medios de entonces. Se considera que dicha contienda supuso la aparición del primer periodismo amarillo, principalmente acaudillado en Estados Unidos por W. R. Hearst, magnate americano, que utilizó el conflicto para aumentar las ventas de sus periódicos, creando toda clase de historias y ahogando a la prensa seria americana en un proceso de apropiación de la opinión pública que acabó obligando al presidente McKinley a entrar en guerra con España.
Se considera también que en España también la prensa seria (por ejemplo, "El Imparcial", medio de referencia en la época), se vio totalmente arrastrada al amarillismo y fue incapaz de argumentar con lógica al respecto de la guerra con Estados Unidos, olvidándose totalmente de los principios elementales de objetividad periodística. Así, por ejemplo, tras la la explosión del acorazado Maine en la bahía de La Habana, causa oficial de la guerra, encendió aún más el de por sí incendiario periodismo español favorable a la guerra, centrándose, faltos de otros argumentos con mayor calado en la realidad, en el argumento supremo: el honor de la Patria. Como muestra, algún botón de las soflamas descritas:
Si hemos de apelar al quijotismo, hagámoslo antes de que nos tomen mano y vez los yanquis (Heraldo de Madrid)
Esta nación de héroes y de mártires, de caballeros y de cristianos, es hoy como ayer la España de las grandes conquistas y de las grandes revoluciones, la España de Lepanto y del Dos de Mayo (El Correo español)
Todo debe aceptarse menos que se pisotee nuestro honor y se burle de nuestra paciencia ese pueblo de mercaderes que todo lo fía a sus millones (La Correspondencia Militar) .
La consecuencia: una guerra inflamada en pecho de hojalata, en patriotas pacotilla que, a la vez que enviaban a los hijos de la España rural y atrasada, agitaban las banderas desde la península esquivaban, previa prenda ecónómica, el deber patriótico que imponían hipócritamente al resto. Y todo ello, para un derrota vergonzante.
Y son errores que hoy en dia se repiten. No hay mas que ver la portada de "El Mundo" del dia de hoy en su edición impresa. La postura del gobierno puede ser opinable (en mi opinión, acertada por equilibrada: desde la firmeza en la reivindicación y el pragmatismo en la relación), pero es un insulto a la inteligencia de toda la ciudadanía que una normalidad en las relaciones (que, como decía Adolfo Suarez, se trata de elevar a la categoria institucional de normal, lo que en la calles es simplemente normal) sea vulgarmente disfrazada como una traición. De risa sino fuera por lo que esconde detrás: la demagogia, el espítritu cuartelero y de patriotismo de almidón que fue, durante el siglo XIX y hasta el último cuarto del siglo XX, causa del retraso y la decadencia de nuestro país.
Al respecto me remito a una reflexión escrita en el estudio señalado por Oswald Spengler, al respecto:
"La prensa es hoy un ejército, con armas distintas, cuidadosamente organizadas;
los periodistas son los oficiales; los lectores son los soldados. Pero sucede
aquí lo que en todo ejército: el soldado obedece ciegamente, y los cambios de
objetivo y de plan de operaciones se verifican sin su consentimiento. El lector
no sabe nada de lo que sucede y no ha de saber tampoco el papel que representa.
No hay más tremenda sátira contra la libertad de pensamiento". (1998: 713-714)
Afortunadamente, la inmensa mayoría de los españoles vivimos y pensamos en el siglo XXI, y atrás hemos dejados prácticas, discursos y programas que, disfrazados de patriotismos, no recogen sino un anhelo imperial perdido, precisamente, por la inutilidad y la incompetencia de los referentes políticos y periodisticos de aquellos que, hoy en día, lo siguen alimentando.
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