lunes, 14 de junio de 2010

Reforma laboral. El fin y el medio

Durante las últimas semanas se ha debatido, rebatido y vuelto a debatir acerca de la reforma laboral. Y el debate, al menos mediático, ha girado (erróneamente) en tono a la cuestión del despido, sobre todo, centrado en la extensión de los 33 días por año trabajado a 45 días en los casos de despido improcedente. El Presidente del Gobierno ha afirmado que el objetivo clave e inmediato es que el empresario pueda mantener el empleo "en situaciones de dificultad". Y puso un ejemplo: "Resultaba incomprensible que en 2009 más del 70% de los despidos fuesen disciplinarios, cuando todo el mundo sabe que respondían a causas económicas. Había una profunda anomalía en la ley que había que corregir". Tiene toda la razón.

Es el embrión español del modelo austriaco de despido. Este consiste en un fondo para cada trabajador que se nutre con una cotización empresarial. En caso de que sea despedido, el trabajador puede cobrarlo. Si durante su vida laboral no es despedido, el dinero acumulado lo recibe al jubilarse. La variación española de este modelo consiste en que el nuevo fondo no se haría cargo de la compensación por despido, solo de una parte.

Evidentemente esta es una de las claves de la reforma necesaria. Pero no la única. Es necesario, como se ha dicho, que la empresa tenga mecanismo flexibles de adaptación a circunstancias complejas, como bien ha dicho Zapatero, objetivas y objetivables, evitando que el trabajador caiga en situación de indefensión. Pero igualmente, es preciso que para el empresario española no le “cueste” hacer contratos indefinidos, temor que reside fundamentalmente en que, si éstos se hacen, en situaciones de dificultad el ajuste de personal pueda ser tremendamente costoso en lo económico y en clima laboral (algo que se olvida a niel mediático pero que los gestores de personas lo valoramos tremendamente), y así permita adoptar otras opciones con ajustes salariales y/o de jornada laboral que impidan o eviten el mayor número de rescisiones de contratos. Esa es la clave en un escenario de crisis.

El objetivo inmediato de la reforma laboral ha de ser evitar que los más de 4,5 millones de españoles (más de 40.000 de ellos en Navarra), retomen lo más pronto posible la actividad laboral, para que en el futuro la preocupación de un trabajador que se puede quedar en desempleo no sea tanto esto (que también) sino el tiempo que vuelva a la actividad laboral, en donde la rotación laboral racional y coherente no se vea como un freno sino un impulso al desarrollo profesional de cada ciudadano.

Pero también ha de realizarse un reforma laboral pensando no ya en lo inmediato y urgente, sino en la necesidad de crear las mejores condiciones para generar nuevo y mejor empleo. Evidentemente, la creación de empleo no esta ligada en exclusiva a la existencia de una marco normativo y de relaciones laborales adecuado y estimulador (que también), sino a la conjunción de ésas variables y otras imprescindibles, como la apuesta por una política de gestión de personas basada en la formación y la innovación, en un entorno que favorezca la inversión e iniciativa empresarial (atracción de la misma, flujo de crédito, reducción de otro tipo de cosotes que estimule la producción y el consumo, disminución a lo imprescindible de la burocracia a la hora de crear empresas,...etc.) y en una estabilidad social y política, con referentes institucionales sólidos con proyectos coherentes a medio y largo plazo.

Como digo en el título, la reforma laboral no ha de ser considerado un fin en si mismo sino como un medio necesario e imprescindible para, primero, salir de la crisis y, a partir de aquí, favorecer la obtención de más empleo, más seguro, de más calidad y con mayor res cotas de productividad y competitividad, haciendo ver que los intereses de empresarios y trabajadores son y han de percibirse como coincidentes.

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