Tradicionalmente se definía aristocracia (del griego aristos, el mejor y krátos, poder) como el gobierno de los mejores y define una forma de gobierno en la que el poder soberano radica en un número reducido de personas a los que se les atribuye ser los más cualificados tanto para gobernar como para elegir a los gobernantes. Según el concepto clásico ( y clasista) La sabiduría o la inteligencia, son los únicos criterios para identificar a las personas que deben gobernar en un sistema aristocrático.
La aristocracia se tendría que asimilar a la democracia (gobierno del pueblo), sobre todo a la democracia representativa, en el hecho de que en ésta se atribuye al pueblo la elección de los mejores candidatos para gobernar, pero se diferencia de aquella, por el hecho de que en la democracia todas las personas están habilitadas en igualdad de condiciones para determinar quiénes son los mejores gobernantes.
Así debiera ser, como concepto ajustado al tiempo actual, sin embargo exiten determinadas actitudes promovidas desde significativos grupos de opinión que tienen ya no a deslegitimar sino a ridiculizar a determinadas personas (como es el caso de José Montilla) que, vía el voto de los ciudadanos, ocupan puestos de responsabilidad por no estar, según ellos, capacitados para gestionar y gobernar.
En los últimos día hemos observado esta campaña en el caso del nombramiento de José Blanco como Ministro de Fomento. Puesto para el que esta, por otra pate, perfectamente capacitado vista su eficacísima trayectoria: no es para menos, recogió una organización desorientada y destructuradas (tal y como era el PSOE en el año 2000) e hizo que, en tres años, ganara las elecciones muncipales y, un año despues, en el primer intento las Elecciones Generales. Y ello gracias, entre otros factores, a la indiscutible capacidad de coordinación y organización de Pepe Blanco. Personalmente considero como el mayor de los acierto en la reciente remodelación ministerial la incorporación de éste gallego de Palas de Rei, hijo de peón caminero, a las labores de ministro de fomento.
En España existen muchas atalayas que disponen y emiten certificados de incapacidades o capacidades, basadas en exclusiva en una pretendida "titulitis". El que suscribe, profesional (titulado y experimentado, por cierto pero sin acritud) de la gestión de personas, sabe bien que, si bien la titulación es un punto a favor de cualquier persona, por encima de ello estan las capacidades demostradas y potenciales y, especialmente, el compromiso. Este país, degraciadmante, tiende a confundir con demasiada frecuencia la crítica razonada y educada con la ridiculización demagógica cuando no con la difamación gratuita e insostenible.
Estoy seguro que personas como Montilla o Blanco no consideran ni valoran estas expresiones dogmáticas y autoritarias. Como seguro estoy de su eficaz capacidad, sin alaracas no efectismos, en sus respectivas responsabilidades, frente a campañas ya no de crítica sino de ridiculización que no son sino demostración de la poca autoestima de los que las emiten.
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